"En cuestiones de cultura y de saber, sólo se pierde lo que se guarda; sólo se gana lo que se da."
Antonio Machado

sábado, 4 de febrero de 2012

Steve McQueen: "Un rebelde con estilo"

Es uno de los actores más recordados y míticos de Hollywood. En los años 60 y 70, supo equilibrar sutilmente su virilidad con su sensibilidad conquistando al público y convirtiéndose en un icono tanto para hombres como para mujeres. Pero Steve McQueen escondió un gran drama tras su fachada de actor exitoso. Esa tragedia le ayudó a ascender pese a las circunstancias adversas, convirtiéndose en la personificación del sueño americano.



La Asociación de cine Vértigo nos regala la posibilidad durante este mes de febrero de poder volver a visionar tres de sus trabajos. Las proyecciones se realizarán en el CICCA.

6 de febrero: Los siete magníficos, de John Sturges (EEUU, 1960. 122') 19:00 h
13 de febrero: Comando, de Don Siegel (EEUU, 1962. 90') 19:00 h
27 de febrero: La gran evasión, de John Sturges (EEUU, 1963. 165') 18:30 h


Terrence Steven McQueen nació en una comunidad de pocos recursos de Indianápolis, en 1930, cuando contaba con tan sólo seis meses de vida, su padre, un piloto especialista en un circo, lo abandona. Su madre, quizás por su juventud o por su propia naturaleza rebelde, se vio incapaz de criarlo y decidió dejarlo con sus abuelos. La situación económica precaria de la familia, agravada por la Gran Depresión, hizo que Steve terminara viviendo por temporadas con su tío, era muy duro para él separarse de la única persona que respetaba, así que cuando regresaba con su madre, se unía a varias banda callejera cometía pequeños delitos. Tras varios episodios de malos tratos por parte de sus dos padrastros y la incapacidad de su madre alcohólica, el muchacho termina por ser internado en el centro para menores “Boys Republic”. Su etapa en este centro fue trascendental, prueba de ello es que siendo ya una estrella, visitaba el centro y ayudaba económicamente a la institución.

Con 16 años, realizó infinidad de trabajos como leñador, marino, estibador o camarero hasta que decidió enrolarse en la Marina. La disciplina que se practicaba no calzaba con su carácter y fue degradado en varias ocasiones pasando largas temporadas en los calabozos. Estas experiencias le sirvieron para aceptar esta disciplina y aprovecharlas hasta licenciarse con honores, cinco años después.



Es entonces cuando se lanza a por su carrera interpretativa, comenzando su preparación en la prestigiosa escuela de interpretación Actor´s Studio de Nueva York, gracias a las ayudas económicas del Estado que facilitaban a los soldados incorporarse a la vida civil. Con 25 años debutó en Broadway sustituyendo a Ben Gazzara en la obra teatral de “Hatful of Rain”. En 1956 se produjo su debut en el cine, sin acreditar, con Robert Wise en “Marcado por el odio” junto a Paul Newman, con el que siempre mantendría una cierta rivalidad. A este título le seguiría “Never Love a stranger” con Robert Stevens. Es en este momento cuando conocería al director que le catapultó a la fama, Georges Sturges, con él realizó tres films, el primero “Cuando hierve la sangre”, el segundo “Los siete magníficos” colocándolo en la órbita de los grandes estudios ya con el tercer título “La gran evasión”, Steve se colocó al lado de las grandes estrellas. Entre medias consiguió realizar otras películas de bajo presupuesto pero con directores de prestigio como “Comando” con Don Siegel.



Su figura de antihéroe se consolidó con otros tantos títulos y con directores afamados como Robert Mulligan. Pero la imagen de Steve se reinventó cuando decidió cambiar de registro con una serie de películas confeccionadas a medida, que se acercaban a su propia personalidad. Eran historias donde se podía interpretar a sí mismo, y así marcar su propio estilo. Hablamos de “Nevada Smith” de Henry Hathaway, el incuestionable drama “El Yang-Tsee en llamas” de Robert Wise y por la que consiguió su primera y única nominación a los Oscar, ambas de 1966, la ocurrente película de Norman Jewison “El caso de Thomas Crown” de 1968, y la no menos inolvidable “Bullit” de Peter Yates del mismo año.



En este momento Steve McQueen era uno de los actores más deseados y uno de los mejor pagados de Hollywood. Fue un capricho personal lo que le llevó a embarcarse en su siguiente proyecto que incluía grandes dosis de su gran pasión, el mundo del motor y su íntima relación con la velocidad, interpretando a un piloto de carreras en “Las 24 horas de Le Mans” de Lee H Mkatzin en 1971.

Si ya desde su infancia, su vida discurrió sin una estancia definida, su carrera seguiría el mismo camino y cambiaría de nuevo de rumbo gracias a la compenetración que existió con Sam Peckinpah que profundizó en esa genuina imagen. Primero con “Junnior Bonner” y después con “La Huída” que resaltaban las facetas más conocidas de Steve, su amor por sus aficiones, su pasado delictivo y la imagen que tanto gustaba a Peckinpah en sus películas, la figura del perdedor que Steve arrastraba desde su nacimiento.



A partir de aquí comenzó a ser más selectivo con los papeles que escogía pero, a pesar de ello, es en esta etapa donde se descubre sus mejores papeles interpretativos en “Papillon” de Schaffner y la desconocida “Un enemigo del pueblo”.

Decían de él que vivía la vida con prisas y que no la concebía de otra manera, lo demuestra una carrera de casi menos de veinte años, en sus relaciones personales, su loca infancia y juventud, incluso en sus últimos días de vida, un rápido cáncer afectó a todo su organismo, comentan que por una prolongada exposición al amianto en un rodaje, en sus años de marine, o en la confección de sus monos de carreras. Lo cierto es que si hubiera elegido no habría aceptado otro final para su vida, el decidió marcharse a toda velocidad.



“Correr es vida. Lo que sucede antes y después es sólo una espera”.
Steve MacQueen

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